Latas: mitos y verdades sobre las conservas de alimentos

A pesar de tener dos siglos en el mercado, se sigue cuestionando a los enlatados.

Las conservas son parte de la vida cotidiana. Las pilas de latas y frascos en la góndola de secos no llaman la atención del cliente regular, pero hace poco más de dos siglos, un fenómeno así hubiera sido impensado.

Al igual que muchos inventos, las latas respondieron a una necesidad militar. Napoleón I, hombre brillante por demás, veía la necesidad de aprovisionar a su ejército con alimentos no perecederos y fáciles de transportar, de forma que estableció un premio para aquel que pudiera solucionar ese problema de logística.

Y fue Nicolás Appert quien desarrolló un frasco de vidrio que se cerraba al vacío con una tapa de corcho y alambre.

Posteriormente un inglés llamado Peter Durand reemplazó el cristal por una lata, negocio que llevaron delante de forma masiva sus compatriotas Hall y Donkin.

Más allá de las consideraciones históricas, y luego de cuatro revoluciones industriales, las latas son parte del paisaje de la sociedad moderna.

No obstante, hay gente que pone reparos a su empleo, más aún cuando muchos expertos ponen el acento en el consumo de productos frescos. Algunos, incluso, llegan a demonizarlas afirmando de que son nocivas para la salud.

¿Cuánto hay de cierto en esas afirmaciones? Consultamos con Mariana Koppmann, cocinera, bioquímica y autora del libro Cazabacterias.

“Las conservas varían un poco entre marcas, pero en general, algunas tienen un poco más de sal”, explica Mariana, que también aprovecha para aclarar.

“En lo que respecta a los vegetales, lo que tienen es un poco más de ácido, para que sean más seguras, pero no cambia tanto la cantidad de sal (…). Son buenas, sencillamente tienen mala prensa”, asegura.

Para la experta, las legumbres son una buena opción: Comer ese tipo de alimentos en lata tiene muchos más beneficios que la sal que pueda llegar contener”.

Además, si a uno le preocupa el consumo de sal, conviene elegir aquellas conservas cuyo rótulo dice. “bajo en sodio” o “sin sal añadida”.

Y para evitar el exceso de azúcar es preferible optar por frutas enlatadas en agua o jugo, en lugar de almíbar.

También se aconseja escurrir y enjuagar los alimentos, que en alguna medida puede reducir su contenido de sal y azúcar.

Hay que tener en cuenta que muchos alimentos enlatados no contienen ningún ingrediente agregado, pero la única forma de saberlo con certeza es leer la lista de ingredientes.

Es cierto que se deben evitar aquellas latas que estén abombadas, abolladas, agrietadas o con fugas, a riesgo de contraer botulismo, una bacteria sumamente peligrosa; lo mismo se aplica a las conservas caseras o de dudoso origen.

Finalmente, y como sucede con todos los alimentos, es importante leer la etiqueta y la lista de ingredientes.


Author: Cucinare

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