No hay locro sin su cucharada de picante. Esa salsita que se sirve aparte y que cada comensal agrega a gusto es mucho más que un condimento: es una tradición dentro del ritual del locro.
Aporta calor, aroma y profundidad a un guiso que, si bien se cuece durante horas, encuentra en esta salsa su remate vibrante. En el norte argentino, donde esta costumbre es más fuerte, la salsita picante es casi tan importante como el locro mismo.
De esta manera, se logrará un guiso “pulsudo”, contundente y suculento para festejar el próximo 25 de mayo.
Cada casa, cada cocinero, tiene su versión. Algunas incluyen ají molido y pimentón, otras suman cebolla de verdeo, ajo y hasta panceta. Hay quienes las infusionan con caldo del mismo locro, quienes agregan grasa de pella bien caliente o aceite neutro, y quienes las prefieren más bien líquidas para que se repartan bien por el plato. El común denominador siempre es el ají: ese toque de fuego que hace sudar y volver por más.
La salsita picante también cuenta con un poder democrático. Se ofrece al costado para que cada uno elija cuánta pasión quiere en su plato. Hay quienes se sirven una cucharadita apenas para darle un giro de sabor al fondo del cuenco, y quienes se animan a ponerle una cucharada bien generosa.
¿El secreto? Que el aceite o la grasa estén bien calientes para extraer el sabor del ají, pero sin llegar a quemarlo. A continuación, algunos tips para que la salsita picante del locro te salga perfecta y puedas honrar esta tradición con orgullo.
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