A los franceses les debemos muchas cosas en la cocina y la gastronomía occidentales, incluido el origen de la palabra “restaurant”. “Restaurer” significa en francés “restaurar”, o “alimentar”, algo que comprendió en 1765 un pequeño empresario francés de apellido Boulanger, quien abrió en París una casa de comidas. En el frente puso un cartel en latín vulgar en el que se podía leer: “Venis ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos” (Venid a mí los que tenéis el estómago vacío que yo os lo restauraré).
En aquella época, no había casas de este tipo, ya que solo existían las tabernas, pero en ellas se servía apenas vino y otras bebidas y, a veces, algo para picar. El éxito de la casa de Boulanger no fue inmediato, pero cuando ocurrió fue tan resonante que los establecimientos como el suyo, llamados primero restaurat y, más tarde, restaurant, se multiplicaron rápidamente por todo París y no demoraron en aparecer en otras capitales europeas.
Antes de la Revolución de 1789, los castillos y mansiones de las familias aristocráticas de Francia mantenían grandes y sofisticados equipos de cocina, pero con el fin de la monarquía absoluta, muchos jefes de cocina y cocineros desempleados abrieron sus propios restaurantes, al punto de que en 1804 había en París más de 500 casas inspiradas en la idea de Boulanger. Esto permitió que mucha gente que hasta ese momento jamás había tenido la posibilidad de comer en un restaurant, supiera de qué se trataba.
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