¿Quién sería capaz de engullirse una cena de 20 pasos a las 10 de la noche hoy en día? En tiempos de la comida orgánica y saludable, solo pensar en ello suena a aberración. Y, sin embargo, era lo que se acostumbraba en la corte del rey Luis XIV (el “Rey Sol”), quien no solo provocó profundos cambios en la historia de Francia, sino también en la gastronomía mundial, tanto que la terminó transformando para siempre.
Su ritmo diario arrancaba con un desayuno ligero, calentaba motores con un almuerzo abundante, pero no demasiado para prepararse para el festín de cada día, que se servía a la hora de la cena.
Con solo ver la lista de productos que se le servían, Luis XIV no se privaba de nada: faisán, mariscos, sopa, paté, pollo, pavo, pato, jabalí, venado, tortuga, sardinas, ostras y salmón eran infaltables en la mesa real. Incluso el monarca mandó construir en su fabuloso palacio de Versalles una cocina gigantesca (el Grand Commun), en el que trabajaban más de 300 cocineros.
Para Luis XIV, que reinó durante 72 años (una eternidad en esa época), la comida era cuestión de Estado. Tan importante que la cocina francesa se convirtió en sinónimo de excelencia y muchas recetas se crearon en esos años, tales como la salsa bechamel, el uso del chocolate en la repostería, la olla a presión, la manteca para cocinar, entre otros.
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