Durante dos años seguidos, Massimo Bottura se hizó a lo más alto de la gastronomía mundial. Desde su restaurant Osteria Francescana, ubicado en Módena, Italia, el reconocido chef sigue adelante con su revolución de la cocina italiana. Y mira al futuro desde su proyecto sin fines de lucro Food for Soul (Alimentos para el alma), cuyo objetivo es darle de comer a personas en situación de calle, pero también a enseñarles a aprovechar los alimentos desperdiciados y cómo recolectarlos.
“Nací con el deseo de ser contemporáneo. Cuando uno es verdaderamente contemporáneo, la mente está constantemente proyectando hacia el futuro. Siempre hay más futuro en mi futuro. Lo sueño y, lo más importante, hago que suceda. Porque somos cocineros y gente de acción, estamos acostumbrados a hacer que las cosas sucedan, puesto que alimentamos el alma de la gente”, explica el cocinero.
“Desde mi punto de vista, todas las puertas del futuro están abiertas. La gastronomía son los productos, la forma de cocinarlos, pero sobre todo es una forma de cultura, eso es lo importante, es una manifestación cultural que está en lo más profundo del hombre. Compartir, es una idea clave para mí. Compartir conocimiento, compartir alimentos. Es también una forma de devolver a la sociedad lo que nos da”, continúa Bottura.
“El futuro de la cocina debe basarse en la cultura. Es su mejor ingrediente. Es lo que nos aporta conocimiento y nos sacude las conciencias. El chef del futuro es el chef de la cultura. No hay que olvidar que eres cocinero 24 horas al día. Implica ser un cocinero más respetuoso con los ingredientes. Por una cuestión de notoriedad, los cocineros podemos ser embajadores de nuestra cultura, la ética y el cambio y, además, de nuestros campesinos y agricultores”, manifiesta Bottura.
En ese sentido, para el chef el futuro de la cocina pasa no solo por impulsar una alimentación más sustentable, también tiene que ser más altruista, solidario y que llegue a los que menos tienen. Es de esta manera que concibió Food for Soul, así como el Reffectorio, que es una cadena de comedores pensados para los más necesitados, con platos elaborados con lo que haya a disposición y que se está por tirar.
“Por eso organicé un comedor social en el que intervinieron algunos de los mejores cocineros del mundo, por ejemplo, Ferrán Adrià, transformado todos los productos que se desechaban en los pabellones de la Expo de Milán en platos de alta cocina con los que se alimentaba a los más necesitados. El mensaje era claro: un trozo de pan duro puede ser un bocado sublime. Lo humilde puede ser grande, solo hay que saber mirar. Fue un éxito y ahora tengo proyectos para colaborar con otros chefs y desarrollar acciones similares en otros países”, finaliza el chef.
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