“El año pasado debería haber sido un hito para Zuboraya, un icónico restaurant de pez globo sito en la ciudad de Osaka, Japón”, cuenta la periodista Jelisa Castrodale. El restaurant abrió hace poco más de 100 años, cifra nada despreciable, y durante mucho tiempo fue conocido como el primero de este tipo en la ciudad. Pero debido a la pandemia, el rancio establecimiento está en serios problemas.
Por si fuera poco, la pandemia también afectó a la primera subasta japonesa de pez globo —o fugu— de este año. Según NHK-World Japan, la subasta se llevó a cabo en Shimonoseki, que es el mercado más grande del país para pescados y mariscos potencialmente venenosos.
El pasado lunes 4 de enero se vendieron más de seis toneladas de pescado, y la oferta más alta fue de ¥ 15.000 (u$s 145) por kilogramo, lo que representó una disminución de alrededor del 25% en comparación con el mismo período del año pasado.
Se cree que los precios más bajos son el resultado de un menor interés por parte de los restaurants y, sin duda, de una caída significativa en el número de turistas. Japón nunca ha instituido un cierre nacional, pero se espera que el primer ministro Yoshihide Suga declare el estado de emergencia esta semana para Tokio y las prefecturas vecinas de Chiba, Kanagawa y Saitama.
Es que actualmente Japón no permite viajes por turismo. Pero las cosas siempre pueden ir peor: un mayorista de fugu afirmó que, si el Primer Ministro emite un estado de emergencia, las subastas futuras tendrán precios aún más exiguos…
A pesar de los precios inusualmente bajos, la subasta siguió su formato tradicional, que requiere que el subastador meta su mano en una bolsa negra y dé a los potenciales compradores información sobre cada subasta a través de una serie de señales manuales.
Según SoraNews24, los posibles compradores comunican sus ofertas “agarrando los dedos del subastador de cierta manera”. La subasta en sí se lleva a cabo en silencio, y el ganador se anuncia con un dedo, sin pronunciar palabra alguna.
Castrodale da cuenta de algunas teorías que han intentado explicar el porqué del exótico formato de las subastas de fugu, y las explicaciones van desde que, al llevarse a cabo en invierno, los potenciales compradores meten las manos en la bolsa de tela para no perder el calor, hasta la idea de que los postores podrían verse tentados de subir los precios a niveles ridículos en una subasta abierta.
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