Que un cirujano sufra de artrosis es una tragedia, igual que un músico que pierda el oído. Algo similar sucede cuando un sommelier o cocinero pierden el olfato, cosa que está sucediendo debido al Covid-19.
Es lo que le pasó a Julio, un chef que en febrero de este año sufrió el flagelo del virus, y desde entonces sus capacidades sensoriales se vieron limitadas, con el agravante de que todo le huele a podrido.
Afortunadamente para él, no tuvo que ser internado, pero las secuelas de la enfermedad complican su vida laboral. Así se lo contó a Nelson Castro en la primera de una serie de notas de Telenoche.
Lo interesante del caso es que, a pesar de su condición, logró salir adelante: “Antes de la pandemia organizaba eventos, lo que se cayó cuando llegó el coronavirus. Por eso armé un microemprendimiento de viandas dulces y saladas con mi clientela que venía muy bien. Poscovid y sin olfato ni sabor, ahora dependo de mi ayudante de cocina. Hago las recetas de memoria, pero él comprueba que esté todo bien”, contó Julio. “Amo cocinar y muchas veces me angustio”, afirma el gastronómico.
El mal que sufre Julio tiene nombre y se llama anosmia y parosmia, condición que impide oler y saborear los aromas y gustos originales, ya que anula o distorsiona el sistema olfativo. El olor a podrido es lo que percibe, aunque en frente tenga un manjar o uno de sus perfumes preferidos. El mismo olor se repite con el café, el champú y la gaseosa. Julio también huele a humo o siente sabores metálicos, sumado a un frecuente dolor de cabeza.
“Aproximadamente un 60% de los infectados de entre 15 y 55 años tiene distintos problemas de olfato. Esto suele comprometer el estado nutricional del paciente porque deja de comer cosas a las que le siente olores o sabores feos. Necesitan dietas con alimentos que puedan tolerar”, dijo la otorrinolaringóloga Stella Maris Cuevas.
Y si bien la mayoría de las personas recuperan el olfato y el gusto en pocos días, algunos pueden demorar muchos meses, e incluso pueden perder esas capacidades en forma definitiva.
Una situación similar vivió Marina Beltrame, presidenta de la Escuela Argentina de Sommeliers, pero afortunadamente para ella, recuperó los sentidos a los pocos días. Sin embargo, su colega inglesa Maggie Clubber, sommelier de cervezas, no tuvo tanta suerte y se vio obligada a reinventar su vida profesional con una revista online.
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