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Así es la feria culinaria más particular del mundo

Djemaa el Fna, la plaza más colorida de Marruecos, por la noche se transforma en un mercado gastronómico.

Así como los fieles al Islam deben ir a la Meca al menos una vez en la vida, los gourmets deberían recorrer la plaza de Djemaa el Fna, en Marrakech, la capital de Marruecos. Esta ciudad tan particular, cuya Medina está surcada por sinuosas, estrechas y laberínticas calles llenas de tenderetes y motocicletas que pasan rozando tanto a locales y turistas, desembocan en la plaza principal. Durante el día está llena de encantadores de serpientes, maquilladoras de henna y vendedores ambulantes, pero a la noche cambia radicalmente su fisonomía.

Por la noche tampoco falta la música bereber, el folklore árabe y los astrólogos que se sientan en silencio junto a sus faroles de gas, esperando brindar a los transeúntes una sabia lectura de lo que les depara el futuro, así como los mendigos que piden dinero con un mono al hombro a fin de llamar la atención.

Es que al bajar el sol la plaza se transforma en uno de los puntos gastronómicos más curiosos y exóticos del mundo. Con el ocaso se tienden una suerte de coloridas tolderías, unas contiguas a otras, en donde humean hornos y parrillas donde se preparan las delicias locales. Uno se puede sentar a comer desde una cabeza entera de carnero hervida (aprensivos abstenerse), donde con un poco de pan pita va arrancando los pedazos de carne y adobándolos con comino antes de introducírselo en la boca, hasta helado de cinq-épices (cinco especias). El alcohol es un tema en los países islámicos, pero lo que sobran son jugos de frutos de todo tipo que los vendedores ofrecen a viva voz.

Si bien la experiencia puede ser abrumadora por la cantidad de oferta, el mejor consejo es elegir un puesto donde estén comiendo los lugareños. Cada puesto tiene su mesa comunitaria con largos tablones, donde los comensales se apersonan a fin de probar la comida. A veces se arman grescas entre los puesteros, ya que compiten por hacerse de la clientela.

Allí se preparan calamares y pescado frito con ensaladas locales, salchichas merguez, carnes a la parrilla e incluso pasteles de papa maakouda, una especialidad del país. La comida no es cara y está con la experiencia ofrecida, aunque hay otros puntos de la ciudad donde se come mejor y a menor precio, pero sin el colorido espectáculo.

Alrededor de la plaza hay muchos cafés, con vistosas terrazas, donde uno puede disfrutar del espectáculo de los tenderetes mientras toma un té de menta (otra especialidad marroquí), come una tortilla bereber o prueba el café tradicional, mientras escucha al muecín que llama a oración desde el minarete.

¿Habías escuchado hablar de la plaza de Djemaa el Fna?

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